7 de noviembre — Él calma tus tormentas 🌊
Le pido a Dios que hoy traiga calma a tus pensamientos, serenidad a tu corazón y fe para atravesar cualquier tormenta.
Hay días en los que todo parece agitado. No solo afuera, sino dentro del alma. Preocupaciones, miedos, frustraciones o noticias inesperadas se levantan como olas que golpean sin avisar. Intentas mantenerte firme, pero las fuerzas parecen irse con la marea. Y, aunque sabes que Dios está contigo, a veces te preguntas si realmente te escucha.
Las tormentas no siempre son castigos; muchas veces son escenarios donde aprendemos quién gobierna el viento y el mar. El problema no es que haya olas, sino olvidar quién está en la barca. Jesús nunca prometió mares en calma, pero sí su presencia constante, y eso cambia todo. Porque cuando Él está, incluso la tormenta más oscura obedece a su voz.
Si hoy te encuentras en medio de una crisis, respira. No estás solo en la barca. Jesús no se ha dormido; está contigo, y su palabra sigue teniendo poder. Las olas no son más fuertes que su voz, y el miedo nunca es más grande que su amor.
Historia
Leí la historia de un marinero que sobrevivió a una tormenta en el océano Pacífico. Durante horas, las olas golpeaban su barco, y la visibilidad era nula. En un momento, el hombre ató una cuerda a su cintura y se sujetó al mástil, gritando: “¡Dios, si estás conmigo, dame una señal!”. En ese instante, una ráfaga de viento arrancó la lona del velero y reveló una pequeña estrella detrás de las nubes. No calmó la tormenta, pero calmó su miedo. Años después, él decía: “La tormenta no terminó cuando el mar se tranquilizó, sino cuando mi corazón creyó que Dios seguía allí”.
Así también Jesús calma las tormentas interiores. No siempre elimina el ruido, pero sí trae una paz que supera la lógica. A veces no cambia las circunstancias de inmediato; cambia tu perspectiva. Te enseña que la fe no es ausencia de miedo, sino avanzar con confianza aunque el miedo exista.
Versículos a meditar
“Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar: ‘¡Silencio! ¡Cálmate!’ El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo.” (Marcos 4:39, NVI)
“Tú guardarás en perfecta paz a aquellos cuyos pensamientos perseveran en ti, porque en ti confían.” (Isaías 26:3, NVI)
REFLEXIÓN
En Marcos 4, los discípulos creyeron que Jesús dormía ajeno a su peligro, pero Él solo esperaba el momento para mostrarles su autoridad. A veces confundimos su silencio con ausencia, cuando en realidad está probando nuestra fe. Cristo no necesitó pronunciar una larga oración; bastó una orden: “¡Cálmate!”. Lo que el mar obedeció, también lo obedecerá tu ansiedad cuando su palabra habite en ti.
Isaías 26:3 revela un principio poderoso: la paz no es fruto del control, sino de la confianza. El corazón que persevera en Dios encuentra serenidad incluso en medio del caos. No es magia, es enfoque: cuando tu mente se fija en el Señor, el miedo pierde espacio. Él no promete que no habrá tormentas, pero sí que tu alma puede permanecer firme aun bajo lluvia y relámpago.
Jesús no calma solo los mares naturales; calma tormentas internas: la ansiedad, la culpa, la incertidumbre, el dolor. Su presencia transforma el miedo en fe, y la fe en descanso. Cuando entiendes que su voz gobierna sobre todo lo creado, aprendes a dormir incluso mientras las olas rugen, porque sabes que estás en la barca del Todopoderoso.
Hoy no necesitas saber cuándo pasará la tormenta, solo recordar quién está contigo en medio de ella. Su palabra sigue siendo más fuerte que cualquier viento, y su amor no abandona a quienes se refugian en Él. En la calma o en el caos, Jesús sigue siendo Señor.
Aplicación diaria
- Haz una pausa en tu día: cierra los ojos y repite en voz baja “Jesús, calma mi tormenta”.
- Lee Marcos 4:35–41 y subraya lo que Jesús hizo por sus discípulos.
- Identifica qué pensamientos son “olas” en tu mente y reemplázalos por promesas de paz de la Palabra.
- Escucha una canción de adoración que te recuerde la fidelidad de Dios y deja que te acompañe mientras trabajas.
- Antes de dormir, agradece tres cosas que Dios hizo hoy para traerte calma, aunque sean pequeñas.
Ps. Eudomar Rivera