14 de noviembre — Dios es el mismo hoy, mañana y siempre
Le pido a Dios que hoy te visite con paz y te recuerde que su amor no cambia, aun cuando todo a tu alrededor se mueve.
Hay días en los que miramos la agenda y sentimos que el tiempo nos persigue. Cambian las prioridades, los planes y los ánimos. Entre correos, responsabilidades y noticias inesperadas, el corazón busca un punto firme en el que descansar. Necesitamos algo —o mejor dicho, alguien— que permanezca.
Cuando las estaciones del alma se vuelven impredecibles, la fe cristiana nos recuerda una verdad que no envejece: Dios no cambia. Su carácter es constante, su Palabra permanece, su fidelidad no se agota. Esa certeza no es una frase bonita; es una roca bajo nuestros pies cuando todo parece moverse.
Hoy quiero invitarte a mirar tu vida a la luz de esta verdad: si Dios es el mismo ayer, hoy y siempre, entonces no estás a la deriva. Tienes un Pastor que no improvisa, un Padre que no se distrae, un Salvador que no caduca. Lo que Él dijo, lo sostiene; lo que Él prometió, lo cumple; lo que Él comenzó en ti, lo perfeccionará.
Historia
Conocí la historia de Marta, una enfermera que trabajaba en el turno de la madrugada. “Las noches en el hospital son largas”, decía, “y los relojes parecen más lentos”. Una vez, en una racha difícil, su esposo fue despedido, su madre enfermó y uno de sus hijos comenzó a tener ataques de ansiedad. Aun así, Marta repetía una oración breve antes de entrar a cada habitación: “Señor, tú sigues siendo el mismo”.
Una madrugada encontró a una paciente anciana llorando en silencio. No era el dolor físico, era el miedo. Marta le tomó la mano y le dijo: “Sé que todo parece cambiar, pero Dios no ha cambiado. Él estuvo aquí ayer cuando te recibimos; está aquí hoy, y estará mañana”. La anciana cerró los ojos y suspiró: “Entonces puedo dormir”. Marta contaba que esa frase —Dios no ha cambiado— fue su lámpara en el pasillo más oscuro.
Versículos a meditar
“Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.” (Hebreos 13:8, NVI)
“El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan; ¡muy grande es su fidelidad!” (Lamentaciones 3:22-23, NVI)
REFLEXIÓN
Si Jesús es el mismo, entonces su amor no se diluye con tus altibajos. Él no ama más cuando “te va bien” ni menos cuando tropiezas. Su amor descansa en su carácter, no en tu desempeño. Cuando Hebreos afirma que Cristo no cambia, nos está recordando que la cruz sigue diciendo lo mismo hoy que dijo el primer día: “Consumado es”. El precio fue pagado, la puerta quedó abierta, la gracia sigue siendo gracia.
Lamentaciones nos ubica cada amanecer en una verdad renovada: la fidelidad de Dios no se agota con tus cansancios. Despiertas y ya hay misericordia sobre la mesa del alma. No porque la mereciste ayer, sino porque Él decidió ser fiel. Esta constancia divina es el antídoto contra la ansiedad que producen las variables de la vida. Si Dios no cambia, entonces tu esperanza tiene ancla, y tu alma tiene puerto.
La inmutabilidad de Dios no significa inmovilidad en tu historia; significa que su carácter estable sostiene sus nuevas obras en ti. Él sigue transformando, guiando, corrigiendo y consolando, pero siempre con la misma santidad, la misma bondad y la misma verdad. Por eso, en temporadas de cambio, no necesitas una fe ruidosa, sino una fe plantada en lo que Dios ya declaró de sí mismo.
Hoy, cuando surjan decisiones, temores o noticias, vuelve a la roca: Cristo no ha cambiado. Lo que Él prometió, lo cumple; lo que Él comenzó, lo termina. Pon tu carga donde su amor no fluctúa; entrega tu presente y tu mañana a Aquel que estaba antes que los relojes, reina sobre el tiempo y permanece por los siglos.
Aplicación diaria
- Ora tres minutos al iniciar el día: di en voz alta, “Jesús, tú eres el mismo hoy; descanso en tu fidelidad”. Nombra aquello que te inquieta y entrégaselo.
- Escribe dos promesas bíblicas y colócalas donde las veas (teléfono, espejo). Repite cada una al mediodía, recordando que Dios no cambia.
- Cuando surja una preocupación, haz una pausa de 30 segundos: inhala profundo, exhala lento y di: “Tu amor no se agota; tu fidelidad me sostiene”.
- Comparte este mensaje con alguien que esté pasando por cambios. Dile con cariño: “Dios no ha cambiado, y está contigo en esto”.
- Antes de dormir, agradece tres evidencias de la fidelidad de Dios que viste hoy, por pequeñas que parezcan.
Ps. Eudomar Rivera