23 de octubre de 2025 — Dios espera frutos, no excusas 🌿
Le pido a Dios que hoy despierte en ti el deseo de dar fruto verdadero y te ayude a dejar toda excusa que detiene tu crecimiento espiritual.
Dios no busca apariencias, busca resultados del corazón. No le impresiona lo que decimos ni lo que mostramos, sino lo que producimos. Una fe que no se traduce en obediencia se vuelve estéril, y un corazón lleno de excusas se aleja poco a poco de la transformación que Dios espera.
Vivimos en tiempos donde es fácil justificarse: “no tengo tiempo”, “no estoy listo”, “Dios conoce mi corazón”. Pero el Señor no plantó tu vida para que seas un árbol decorativo, sino para que des fruto que permanezca. Su paciencia es grande, pero su expectativa también lo es.
Cada día es una nueva oportunidad para crecer, servir, perdonar y cambiar. No se trata de hacer más cosas, sino de permitir que la vida de Cristo fluya en ti. Donde hay conexión con Él, inevitablemente hay fruto.
Historia
Un agricultor tenía una higuera que durante tres años no dio fruto. Cada temporada la observaba con esperanza, pero solo encontraba hojas. Un día, cansado, le dijo al encargado: “Córtala, ¿para qué va a ocupar la tierra inútilmente?”. Pero el encargado respondió: “Señor, déjela un año más; voy a cavar alrededor y echarle abono. Si da fruto, bien; si no, entonces córtela”.
Jesús contó esta parábola para hablar de nosotros. La higuera representa una vida que recibe cuidado, palabra, gracia y oportunidades, pero no responde con fruto. Dios, en su misericordia, sigue esperando, sigue trabajando, sigue dándonos tiempo… pero también advierte: la gracia no es una excusa para la esterilidad.
Versículos a meditar
“Entonces les contó esta parábola: ‘Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo, y fue a buscar fruto en ella, pero no encontró nada. —Hace ya tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no encuentro nada —dijo al que cuidaba la viña—. ¡Córtala! ¿Para qué va a ocupar la tierra inútilmente?’” (Lucas 13:6–7, NVI)
“‘Déjala todavía por un año más —le contestó el viñador—; yo cavaré a su alrededor y le echaré abono. Si da fruto el año que viene, bien; si no, córtala.’” (Lucas 13:8–9, NVI)
REFLEXIÓN
Dios busca fruto en tu vida, no discursos. La higuera no fue plantada para dar sombra, sino para producir dulzura. De igual forma, el creyente no fue salvado solo para asistir a reuniones, sino para reflejar el carácter de Cristo. La paciencia de Dios es misericordia, pero no debe confundirse con indiferencia. Cada día que te concede es una oportunidad para responder a su llamado.
La parábola nos muestra dos verdades: Dios examina y Dios espera. Examina si hay evidencia de su presencia en ti —amor, perdón, servicio, generosidad— y espera con compasión el fruto de esa relación. Pero el texto también advierte que llega un momento en que su paciencia busca respuesta. El tiempo de gracia no debe ser desperdiciado.
Dar fruto no significa ser perfecto, sino ser obediente. Fruto es perdonar cuando duele, servir cuando nadie mira, permanecer fiel cuando es difícil. Fruto es que tus acciones hablen más alto que tus palabras. No basta decir “Señor, Señor”, si el corazón sigue cerrado al cambio.
Si sientes que no estás dando fruto, no te excuses. Dios puede trabajar el terreno otra vez: remover lo seco, abonar tu alma, regar con su Palabra. Pero Él espera tu disposición. La pregunta hoy no es cuánto sabes, sino qué está produciendo tu vida. ¿Hojas o fruto? Porque donde hay vida de Dios, hay transformación.
Aplicación diaria
- Examina tu corazón con honestidad. Pregúntate: ¿Qué frutos visibles estoy dando? Amor, paciencia, obediencia, perdón… ¿o solo palabras?
- Deja las excusas. No digas “así soy yo” o “ya lo intentaré”. Dios espera acción, no justificación.
- Pide al Espíritu Santo que abone tu tierra interior. Que te muestre las áreas estériles que necesitan cambio.
- Da un paso de obediencia hoy. Haz algo concreto que refleje a Cristo en ti: reconcíliate, sirve, ayuda, perdona.
- Agradece por la paciencia de Dios. Él sigue esperando fruto de tu vida… no para condenarte, sino para glorificarse en ti.
Ps. Eudomar Rivera