Mensaje del Día — 12 de noviembre
Dios no se olvida
Le pido a Dios que hoy te recuerde, con señales claras y tiernas, que su amor por ti no se ha olvidado.
Hay días en que el silencio pesa. Miramos el teléfono y no suena, abrimos el correo y no hay respuestas,
oramos y parece que el cielo está lejos. Es fácil sentir que nuestras lágrimas se pierden en el ruido del mundo,
como si a nadie le importaran. Y, sin querer, se instala la pregunta: “¿Dios aún piensa en mí?”.
A veces confundimos el silencio con ausencia. Creemos que si no vemos resultados inmediatos, Dios no está actuando.
Sin embargo, la obra de Dios muchas veces crece bajo tierra, como la semilla que germina en secreto.
No hace ruido, no llama la atención, pero está viva. Y cuando brota, entendemos que nunca fuimos olvidados.
Hoy quiero invitarte a respirar hondo y a recordar que la memoria de Dios es perfecta.
Él no se confunde con nuestras estaciones cambiantes ni se cansa de nosotros.
Su fidelidad no depende de nuestro estado de ánimo: permanece.
Y cuando sentimos que nadie nos ve, Él nos mira con ternura y nos llama por nuestro nombre.
Historia
Conocí a una mujer que guardaba, en una caja de zapatos, pequeñas tarjetas con oraciones.
Cada tarjeta tenía una fecha y una frase breve: “Señor, dame fuerzas para cuidar a mamá”,
“Provee para la renta”, “Que mis hijos vuelvan a hablarse”.
Cuando se sentía olvidada, abría la caja y repasaba las tarjetas como quien lee un diario de supervivencia.
Un día me dijo: “Esta tarjeta estuvo meses sin respuesta”. Era sobre un empleo que nunca llegaba.
Aquella tarde, mientras lo contaba, sonó su teléfono. Una voz le ofrecía una entrevista que no esperaba.
Se le humedecieron los ojos y, con su tarjeta en la mano, susurró: “No era que Dios se había olvidado;
era que su tiempo venía caminando hacia mí”.
Versículos a meditar
“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz?
Aun cuando ella lo olvidara, yo no te olvidaré. ¡Grabada te llevo en las palmas de mis manos;
tus muros siempre presentes están ante mí!” (Isaías 49:15-16, NVI)
“¿No se venden cinco pajarillos por dos moneditas?
Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos.
Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos pajarillos.
Aun los cabellos de su cabeza están contados.” (Lucas 12:6-7, NVI)
REFLEXIÓN
La Palabra nos enseña que Dios no solo recuerda promesas; nos recuerda a nosotros.
No somos un expediente en una mesa celestial ni una petición más en una fila infinita.
Isaías usa una imagen conmovedora: “Grabada te llevo en las palmas de mis manos”.
Esa marca habla de pertenencia, de memoria constante y de amor que se rehúsa a soltarnos.
Cuando dudamos, lo que realmente necesitamos no es una señal espectacular, sino regresar a esta verdad:
Dios nos lleva consigo.
El cuidado de Dios no es frágil como el nuestro.
Jesús dice que el Padre no olvida a ninguno de los pajarillos, criaturas diminutas e ignoradas.
Si Dios presta atención a lo pequeño, ¿cómo no estará atento a tus lágrimas, a tu cansancio, a tus miedos silenciosos?
Su memoria no se agota y su provisión llega con exactitud, aun cuando el calendario nos impaciente.
Creer que Dios no se olvida no es negar el dolor ni forzar sonrisas;
es confiar en medio del proceso.
Algunas respuestas llegan como susurros que cambian el rumbo sin ruido,
otras como puertas que se abren de pronto.
A veces, lo que Él recuerda darnos primero no es lo que pedimos, sino lo que más necesitamos:
paz para hoy, dirección para el siguiente paso, descanso para el alma.
Por eso, vuelve a orar con esperanza.
Lo que hoy parece silencio puede ser preparación.
Lo que hoy duele puede convertirse en testimonio.
Y cuando llegue la respuesta —porque llegará en su tiempo—,
entenderás que nunca estuviste fuera de su mirada.
Dios no te ha olvidado: te está sosteniendo mientras su plan madura.
Aplicación diaria
- Escribe hoy tres oraciones específicas en una tarjeta o nota del teléfono.
Ponles fecha. Revisa estas notas cada noche durante una semana. - Agradece por tres “pequeñas atenciones” de Dios (un mensaje oportuno, una conversación, una idea nueva).
Lo pequeño también es memoria divina. - Llama o escribe a alguien que sienta que Dios lo ha olvidado.
Sé para esa persona la señal que tú mismo anhelas recibir. - Ora con Lucas 12:6-7 en voz alta y reemplaza “ustedes” por tu nombre.
Afirma en fe: “Padre, no te olvidas de mí. En tus manos estoy”. - Da un paso práctico de obediencia (enviar ese currículum, pedir perdón, hacer esa visita).
La fe se fortalece caminando.
Ps. Eudomar Rivera