Le pido a Dios que hoy fortalezca tu fe y te dé serenidad en medio de lo que estás viviendo.
Hay días en los que creemos que tenemos fe… hasta que aparece una situación que sacude nuestra confianza. En momentos así, sentimos que nuestra mente se llena de preguntas y nuestro corazón se llena de un silencio que pesa más de lo normal. A veces, aun sabiendo que Dios está presente, cuesta sentirlo cerca.
Quizás hoy tú te encuentras en esa tensión entre creer y temer. Entre avanzar y detenerte. Entre confiar plenamente y, al mismo tiempo, imaginar todo lo que pudiera salir mal. Y es allí, precisamente allí, donde Dios suele revelar la clase de fe que no se apoya en emociones, sino en Su carácter.
La fe no es ausencia de dudas, sino una decisión diaria de caminar hacia donde Dios llama, aun cuando no entendemos todos los detalles. Y cada vez que decides dar un paso, aunque sea pequeño, Dios lo usa para fortalecerte y mostrarte que nunca has caminado solo.
Historia
Leí hace tiempo la historia de un hombre que caminaba por un sendero montañoso muy angosto. Era de noche, había neblina, y su linterna fallaba constantemente. En un punto del camino, resbaló y cayó por el borde de la montaña. Mientras caía, logró aferrarse a la rama de un árbol. Colgado, suspendido en la oscuridad, gritó desesperado: “¡Dios, ayúdame!”. Y en medio del silencio de la montaña, escuchó una voz que dijo: “Suelta la rama… yo te sostengo”. El hombre entró en pánico. ¿Cómo iba a soltarse en medio de la noche? ¿Cómo confiar sin ver? Pasaron minutos eternos hasta que, agotado, decidió dejar la rama. Cayó… solamente treinta centímetros al suelo. Todo el tiempo había estado casi a salvo, pero la oscuridad le hizo creer que estaba mucho más lejos.
Ese hombre descubrió que muchas veces no vemos lo cerca que está la provisión de Dios porque estamos aferrados a nuestros propios miedos. Y no soltamos… simplemente porque no vemos lo que Dios ve.
Versículos a meditar
“Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1, NVI)
“Porque vivimos por fe, no por vista.” (2 Corintios 5:7, NVI)
REFLEXIÓN
La fe siempre nos llama a caminar más allá de lo que nuestros ojos pueden percibir. Y esa invitación puede ser incómoda, porque nuestra mente busca seguridad visible, resultados anticipados y garantías inmediatas. Pero Dios obra de una manera distinta: Él forma nuestro carácter mientras caminamos en confianza, incluso cuando no vemos la imagen completa.
La verdadera fe no es una emoción momentánea que aparece cuando todo va bien; es una certeza profunda de que Dios es fiel aun cuando todo parece incierto. Esta fe nos enseña a descansar en lo que Dios ya dijo y no en lo que nosotros sentimos. Nos recuerda que la oscuridad nunca es una evidencia de Su ausencia, sino un escenario donde Su luz se hace más visible.
Cuando Dios te pide que “sueltes la rama”, no es para que caigas, sino para que descubras que estás más sostenido de lo que creías. A veces te permitirá llegar al límite para mostrarte que tus fuerzas no son suficientes, pero Su gracia sí. Y es allí donde la fe madura: cuando eliges confiar incluso cuando tu lógica te dice que no puedes.
La fe no elimina el proceso, pero te da seguridad en medio de él. Te recuerda que no estás caminando hacia un futuro incierto, sino hacia promesas firmes. Y hoy, Dios quiere recordarte que la rama a la que te aferras —esa preocupación, ese temor, ese control— no es más fuerte que Su mano. Él te sostiene. Él te acompaña. Él te guía. Y lo hará hasta el final.
Aplicación diaria
- Haz una pausa hoy y reconoce qué “rama” estás sosteniendo con miedo a soltar. Nómbrala y entrégasela a Dios.
- Habla con Dios con sinceridad: exprésale tus dudas, tus temores y tus luchas. Él conoce tu corazón.
- Da hoy un paso concreto de fe, aunque sea pequeño: una llamada, una decisión, un inicio. El movimiento abre caminos.
- Recuerda que no estás solo: piensa en una vez en la que Dios te sostuvo. Eso fortalecerá tu confianza para el presente.
Ps. Eudomar Rivera
