22 de octubre de 2025 — No te acostumbres al pecado ⚠️
Le pido a Dios que hoy despierte tu corazón, te libre de toda indiferencia espiritual y te devuelva la sensibilidad a su voz.
El peligro más grande para un creyente no es caer una vez, sino acostumbrarse a vivir caído. El pecado pierde su peso cuando lo justificamos, y el alma empieza a dormirse cuando dejamos de sentir dolor por lo que entristece a Dios. Poco a poco, lo que antes nos avergonzaba comienza a parecernos “normal”.
El enemigo no necesita destruirte de golpe; le basta con adormecer tu conciencia. Un pensamiento tolerado, una excusa repetida, una costumbre escondida… y sin darnos cuenta, empezamos a llamar “debilidad” a lo que la Biblia llama “pecado”. Pero cuando la voz del Espíritu se apaga en nosotros, dejamos de avanzar en santidad.
Dios no te llamó a acostumbrarte, sino a transformarte. Su gracia no es un permiso para seguir igual, sino el poder para vivir distinto. El mismo Cristo que perdona también limpia, restaura y fortalece. Él no quiere verte atrapado, quiere verte libre.
Historia
Leí una historia sobre un joven que trabajaba en una fábrica de perfumes. Al principio, cada aroma era tan fuerte que le daba dolor de cabeza. Pero con el paso del tiempo, su olfato se acostumbró. Un día, un visitante entró al lugar y comentó: “¡Qué olor tan intenso!”. El joven, sorprendido, respondió: “¿Cuál olor?”. Había perdido la sensibilidad.
Así pasa con el corazón humano. Cuando convivimos demasiado tiempo con el pecado, dejamos de percibir su hedor. Lo justificamos, lo toleramos y finalmente lo aceptamos. Pero lo que Dios quiere es despertarnos antes de que el alma se endurezca. El Espíritu Santo sigue hablándonos, no para condenarnos, sino para limpiarnos y devolvernos la pureza del corazón.
Versículos a meditar
“Por tanto, no permitan que el pecado reine en su cuerpo mortal ni obedezcan sus malos deseos. No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; más bien, ofrézcanse a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida.” (Romanos 6:12-13, NVI)
“Porque el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, ya que no están bajo la ley, sino bajo la gracia.” (Romanos 6:14, NVI)
REFLEXIÓN
El pecado no es un error leve: es un veneno que mata lentamente la sensibilidad del alma. Cuando Pablo dice “no permitan que el pecado reine”, está advirtiendo que el creyente puede darle espacio al enemigo si no vigila su corazón. Nadie cae de repente; el descenso empieza cuando dejamos de luchar contra lo pequeño.
Dios nos llama a una vida de pureza, no por legalismo, sino por amor. Cada área rendida a Cristo se convierte en un territorio de libertad. El Espíritu Santo no viene a acusarte, sino a recordarte que tú fuiste comprado con sangre, y esa sangre tiene poder para romper cualquier cadena. No te acostumbres a convivir con lo que te está robando la presencia de Dios.
La gracia no es una excusa para el pecado, es la fuerza para vencerlo. Cuando comprendemos eso, ya no vivimos tratando de “portarnos bien”, sino deseando agradar al Padre. El verdadero arrepentimiento no solo pide perdón, sino que cambia de dirección. No es perfección lo que Dios busca, sino entrega sincera.
Hoy, el Espíritu de Dios quiere despertar en ti el deseo de pureza. Si algo en tu vida te ha robado la paz, no lo ignores. Entrégalo. La libertad no comienza cuando te sientas digno, sino cuando decides confesar con humildad. Dios no rechaza al que se arrepiente; al contrario, lo restaura y le devuelve el gozo de su salvación.
Aplicación diaria
- Haz una oración de arrepentimiento sincero. No te justifiques. Nombra lo que necesitas entregar y confíalo a Dios sin miedo.
- Pide al Espíritu Santo que despierte tu conciencia. Ora: “Señor, no me dejes acostumbrarme al pecado; hazme sensible a tu voz”.
- Identifica un hábito, actitud o pensamiento que sabes que te aparta del Señor y decide romper con él hoy.
- Acércate a un hermano maduro o líder espiritual y comparte tu lucha. La confesión trae luz y la luz rompe el poder del oculto.
- Agradece por la gracia de Dios. No vivas en culpa, sino en gratitud, porque donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.
Ps. Eudomar Rivera