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Ser verdaderos con nuestras palabras

Ser verdaderos con nuestras palabras 🕊️💬

14 de octubre de 2025

Le pido a Dios que hoy tu corazón sea alineado con la verdad, y que cada palabra que pronuncies sea luz y edifique a quienes te escuchan.

Vivimos en tiempos donde una promesa puede escribirse en segundos y olvidarse igual de rápido. Un “te llamo luego”, un “yo me encargo”, un “mañana sin falta”… y pasa el día, la semana, el mes. Tal vez nadie reclamó, pero algo se rompió por dentro: la confianza. La verdad no solo se dice; la verdad se vive en la coherencia entre lo que prometemos y lo que cumplimos.

Las palabras tienen peso espiritual. Cuando hablamos, no solo informamos; formamos. Formamos expectativas, relaciones, reputaciones, futuros. Y si nuestras palabras no están ancladas en la verdad, edificamos sobre arena. Dios nos llama a un testimonio donde el “sí” sea sí y el “no” sea no; donde nuestra lengua no sea un adorno piadoso, sino un instrumento de fidelidad.

Ser verdaderos con nuestras palabras no es cuestión de perfección, sino de integridad. Es reconocer cuando fallamos, corregir el rumbo y honrar el nombre de Cristo con lo que decimos y hacemos. Hoy el Señor quiere afinar tu voz con Su Palabra, para que lo que salga de tu boca tenga el sello de Su carácter: gracia y verdad.

Historia

Conocí la historia de Andrés, dueño de un pequeño emprendimiento de reparaciones. Al inicio todo iba bien: precios justos, trato amable, mucho trabajo. Pero, con la agenda apretada, comenzó a decir: “El viernes está listo”, “te llamo en la tarde”, “mañana paso sin falta”. No era mala intención, era desorden… pero, a los ojos de sus clientes, eran promesas rotas. Poco a poco, las recomendaciones se detuvieron y llegaron los reclamos. La calidad no había bajado, pero la confianza sí.

Un día, una clienta le habló con franqueza: “Andrés, usted trabaja bien, pero no puedo confiar en sus fechas. Prefiero alguien que me diga la verdad, aunque se demore, a que me diga lo que quiero oír y no cumpla”. Ese comentario fue un golpe al orgullo… y un despertar. Andrés decidió cambiar. Empezó por ajustar su lenguaje: dejó de prometer lo que no podía cumplir; aprendió a decir “no” cuando la agenda estaba llena; llamó a quienes había defraudado para pedir perdón y ofrecer alternativas realistas.

No fue inmediato, pero la confianza volvió. ¿La clave? La verdad en las palabras y coherencia en los plazos. Sus clientes empezaron a valorar que, si decía “el miércoles”, era miércoles; y si no podía, lo comunicaba con anticipación. Andrés descubrió que la verdad puede doler un instante, pero la mentira lastima por mucho tiempo. La integridad, en cambio, cura relaciones y honra a Dios.

Versículos a meditar

“Por eso, dejando la mentira, háblen verdad cada uno con su prójimo, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo.” (Efesios 4:25, NVI)

“El Señor aborrece los labios mentirosos, pero se complace en los que actúan con lealtad.” (Proverbios 12:22, NVI)

REFLEXIÓN

La verdad no es una estrategia de relaciones públicas; es una expresión del carácter de Cristo en nosotros. Cuando Jesús habita el corazón, nuestra lengua deja de ser instrumento de conveniencia para convertirse en testimonio de Su presencia. Decir la verdad no significa ser ásperos o insensibles, sino hablar con amor lo que es real, asumiendo los costos de ser íntegros y el privilegio de reflejar a nuestro Señor, lleno de gracia y verdad.

Las promesas incumplidas erosionan la confianza, y la confianza es el puente por el que camina el evangelio en nuestras relaciones. Cada “luego te llamo” que no ocurre, cada “mañana te pago” que se dilata sin explicación, cada “puedes contar conmigo” que se queda en palabras, va debilitando ese puente. Dios nos invita a reparar con humildad: reconocer, pedir perdón, corregir y sostener la palabra dada con acciones concretas y tiempos claros.

Ser verdaderos también implica aprender a decir “no” con honestidad. Muchas veces mentimos sin querer cuando prometemos por quedar bien. Pero el amor no necesita adornos falsos; necesita claridad. Un “no puedo esta semana, pero puedo el martes a las 6” comunica verdad y respeto. Eso requiere disciplina interior: ordenar agenda, evaluar capacidades y practicar la transparencia. Cristo nos llama a esta madurez para que nuestra vida sea un “amén” viviente a las promesas de Dios.

Finalmente, la verdad restaura. Así como Andrés, podemos haber fallado y haber perdido confianza. No te rindas. La gracia de Dios te capacita para reconstruir con constancia. La verdad sostenida en el tiempo vuelve a abrir puertas, sana heridas y hace brillar a Jesús en medio de una cultura saturada de palabras vacías. Hoy es un buen día para decidir que tu voz sea casa de verdad, y tu palabra, un pacto que honre a Dios.

Aplicación diaria

  1. Haz un inventario de promesas abiertas (mensajes, deudas, pendientes). Elige hoy dos y cúmplelas o comunica una nueva fecha realista.
  2. Cambia tu lenguaje: evita “luego” o “mañana” difusos. Da horas y fechas concretas. Si surge un imprevisto, avisa a tiempo con sinceridad.
  3. Practica el “no” honesto. Si no puedes, dilo con respeto y ofrece una alternativa viable. La claridad honra a Dios y cuida a las personas.
  4. Repara puentes: si tu palabra falló, pide perdón sin excusas y propone un plan cumplible. La humildad abre caminos que la apariencia cierra.
  5. Ora antes de responder. Pide al Espíritu Santo que gobierne tu lengua para que cada palabra sea verdad, gracia y edificación.

Ps. Eudomar Rivera

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