11 de octubre — 11t Tú puedes derrotar a Goliat🪖🛡️
Le pido a Dios que hoy te llene de una valentía suave y firme, capaz de enfrentar aquello que te intimida.
Hay días en que el “gigante” aparece temprano: un mensaje que no querías leer, una deuda que no sabes cómo pagar, una conversación pendiente que te pesa en el pecho. Esos momentos hacen ruido por dentro, y aunque sigues adelante, sientes que algo enorme te mira con burla desde el otro lado del valle. Tal vez tu Goliat tiene nombre: ansiedad, culpa, cansancio, fracaso. O quizá es más sutil: la comparación constante, el miedo a no ser suficiente, la duda de si Dios realmente está contigo.
Cuando miramos hacia ese “gigante”, solemos medirnos con él y concluimos que no tenemos oportunidad. Contamos nuestras piedras, comparamos nuestro pequeño “estuche de pastor” con la armadura brillante del enemigo, y pensamos: “No tengo con qué”. Sin embargo, la historia de David no comienza con herramientas grandes, sino con una convicción grande. No se trata del tamaño del problema, sino del Dios que te acompaña al campo de batalla.
Hoy quiero recordarte que Dios no te abandona frente a lo que más te asusta. Él no te empuja al combate para ver si te caes; Él camina contigo, te adiestra en lo pequeño y te fortalece en lo secreto. Y cuando el gigante grita, su Palabra te enseña a responder con verdad, no con arrogancia: “Yo vengo en el nombre del Señor”.
Historia
Alguien me contó de un joven que, después de varios fracasos, dejó de intentar. En su trabajo le dieron responsabilidades nuevas y, por miedo a equivocarse otra vez, empezó a esconderse detrás de excusas. Una noche, leyendo 1 Samuel 17, se detuvo en una frase: “El Señor que me libró… también me librará”. Cerró la Biblia con lágrimas y decidió enfrentar su “Goliat”: habló con su jefe, pidió retroalimentación honesta y aceptó un proyecto pequeño para comenzar. No fue épico como una batalla militar; fue una obediencia diaria, silenciosa y constante.
Cada día tomaba una “piedra” concreta: preparar mejor, orar antes de iniciar, pedir ayuda a tiempo, admitir cuando no sabía algo. Con el tiempo, el gigante perdió fuerza. Ya no era una sombra paralizante, sino un recuerdo de cómo Dios guía paso a paso. No porque el joven se volviera invencible, sino porque aprendió a decir: “No peleo con mi nombre, peleo en el nombre del Señor”.
Versículos a meditar
“El Señor, que me libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder de ese filisteo.” (1 Samuel 17:37, NVI)
“Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo contra ti en el nombre del Señor Todopoderoso… Todos los que están aquí sabrán que el Señor salva, no con espada ni con lanza; la batalla es del Señor, y Él los entregará en nuestras manos.” (1 Samuel 17:45, 47, NVI)
REFLEXIÓN
David no comenzó derrotando gigantes; comenzó cuidando ovejas. Allí, en la fidelidad de lo pequeño, aprendió a reconocer la voz de Dios y a usar lo que tenía en la mano. Tus “pastizales” —esas tareas cotidianas que parecen insignificantes— son el gimnasio donde Dios fortalece tu corazón. Antes de una victoria pública, Dios construye en ti una confianza privada: la certeza de que Él ya te ha librado y puede volver a hacerlo.
Observa también el lenguaje de David: él no presume de sí mismo, presume de Dios. Mientras Goliat confía en su armadura, David confía en el nombre del Señor. Esa es la diferencia entre la autosuficiencia frágil y la fe robusta. La fe no niega el tamaño del problema; proclama la grandeza de Dios por encima del problema.
“La batalla es del Señor” no significa pasividad ni fatalismo. Significa que tomas tu lugar, haces lo que te corresponde, y descansas en que el resultado final no depende del brillo de tus armas, sino del poder de Dios. Por eso David usa una honda, no porque desprecie la espada, sino porque esa era su herramienta de obediencia. Dios honra la obediencia en lo que tienes, no en lo que te falta.
Tu Goliat puede seguir gritando, pero su grito no es la última palabra. La última palabra la tiene Dios, que te recuerda lo que ya hizo y promete seguir haciéndolo. Mira hacia atrás y cuenta tus “leones y osos”: situaciones donde Dios te sostuvo. Luego mira al frente y declara con humildad valiente: “Voy en el nombre del Señor”. Ese es el inicio de tu victoria.
Aplicación diaria
- Nombra a tu Goliat. Escríbelo con claridad (una palabra o frase). La fe comienza cuando dejamos de pelear con sombras y miramos de frente lo que nos intimida.
- Recuerda tus “leones y osos”. Anota tres momentos concretos en los que Dios te libró. Léelos en voz alta y agradece. La memoria aviva la confianza.
- Elige cinco piedras. Define cinco acciones pequeñas y repetibles (orar 10 minutos, pedir consejo, organizar finanzas, pedir perdón, descansar a tiempo). Usa lo que tienes.
- Declara el nombre del Señor. Ora antes de enfrentar la tarea difícil y di: “Señor, voy en tu nombre, no en mis fuerzas. La batalla es tuya”.
- Da un paso hoy. No esperes sentirte “listo”. Obedece en algo concreto ahora mismo. La fe crece caminando.
Ps. Eudomar Rivera